вторник, 22 ноября 2011 г.

EE UU: "Un régimen criminal de naturaleza violenta y autoritaria"

"Un régimen criminal de naturaleza violenta y autoritaria". Así definen los documentos hasta ahora secretos de la Embajada de EE UU en Minsk al Gobierno del presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, en el poder desde 1994 y a quien mencionan rutinariamente como "el dictador". Hasta marzo de 2008, cuando se terminan los cables con la retirada de la embajadora, la diplomacia norteamericana describe un país dominado por una nomenclatura mafiosa de estirpe soviética donde los negocios turbios y el acoso a la oposición y a la prensa independiente están a la orden del día. De hecho, alguno de los telegramas llevan encabezamientos como "Los compinches del círculo íntimo de Lukashenko" o "Lukashenko: un gobernante de estilo soviético pero sin ejecuciones de masas".

En el primer cable citado, datado en febrero de 2007, la Embajada considera creíble una información publicada por el periódico ruso en Internet Belaruskiy Partizan que implica a dos hombres de confianza de Lukasehnko -Yuri Sivakov, antiguo ministro del Interior y ex titular de Deportes y Turismo, y el coronel Dmitri Pavlichenko, comandante de la unidad de fuerzas especiales personal del presidente- en una red de lavado de dinero y evasión de capitales a partir de una gran redada de los servicios secretos en las oficinas de la asociación de veteranos de las fuerzas especiales Chyest (Honor), realizada en noviembre del año anterior y frenada posteriormente también por el KGB bielorruso.
Los dos personajes son citados además en una investigación del Consejo de Europa del año 2003 como sospechosos de participar en la desaparición de líderes de la oposición en 1999-2000 y ambos gozan de la protección del presidente. El informe de la embajada concluye: "Las acusaciones parecen creíbles, dado que ambos hombres tiene una destacada reputación como criminales", pero "los hechos probablemente nunca serán revelados completamente dada la profundidad de la corrupción del régimen".
En el segundo, un antiguo consejero de prensa del presidente describe a este en una conversación con diplomáticos norteamericanos como un producto de la educación soviética -"el dictador entiende el uso de la ideología como una manera de enmascarar las verdaderas intenciones de sus acciones"- capaz de tomar decisiones duras pero "consciente de que debe parar antes de permitir que los opositores lo vinculen a ejecuciones extrajudiciales".
En la misma conversación, de octubre de 2007, la fuente plantea a sus interlocutores algunos de los temas que hoy gravitan sobre la política de Bielorrusia: el ascenso de Viktor, el hijo de Lukashenko y posible sucesor; el distanciamiento de Rusia y la apertura a Occidente a pesar de su expediente antidemocrático.
La sustitución del jefe del KGB bielorruso en julio de 2007 consagra a Viktor Lukashenko como uno de los hombres fuertes del régimen, según los despachos de la Embajada de EE UU. El nuevo director de los servicios secretos, general Yuri Zhadobin, es un hombre de la máxima confianza de Viktor y su nombramiento es una victoria del hijo del presidente sobre otros clanes del régimen. El hijo de Lukashenko es consejero presidencial y miembro del Consejo de Seguridad porque, según afirma a los norteamericanos un abogado de derechos humanos, "el presidente quiere asegurarse de que el KGB y todas las agencias de seguridad estén bajo control de Viktor antes de las elecciones presidenciales", celebradas el pasado domingo.
Pero eso no es todo. El líder de un partido de la oposición explica el relevo al frente de los servicios secretos como "resultado de una guerra por los negocios sucios entre la nomenclatura". La fuente señala que el KGB bielorruso tenía tratos turbios con la industria del petróleo y asegura que la agencia había montado empresas ficticias en Rusia para el lavado de dinero. A la embajada le resultan convincentes y compatibles las dos explicaciones.
El deterioro de las relaciones con Rusia arranca con la decisión del Kremlin de subirle a Minsk la factura del gas y el petróleo. Para la Embajada de EE UU es una buena noticia -"cuanta más presión sobre el dictador, mejor", se dice en un cable- que se explica por tres razones: Rusia quiere tener un mayor control de la red gasística de Bielorrusia y no está dispuesta a que un tipo impredecible como Lukashenko interrumpa el flujo a Occidente; necesita que Minsk abra su economía al capital ruso, lo que pondría en condiciones de desventaja a los magnates de Bielorrusia frente a los oligarcas rusos, y por último Moscú quiere controlar la sucesión del régimen.
Es en este contexto, según atestiguan varios despachos, en el que Lukashenko da un giro "multidireccional" a su política exterior marcándose como prioridad mejorar sus relaciones con la Unión Europea y EE UU y comparándola con la seguida por la Yugoslavia de Tito. La legación norteamericana termina uno de sus cables con demoledor escepticismo: "No vemos ningún indicio de que la Bielorrusia del dictador esté embarcada en una senda occidental". Los acontecimientos del domingo y de ayer confirman esta percepción.


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